El Espacio

Una antigua fábrica de marroquinería de 700 m y dos plantas es, ahora, Ovillo. Javier Muñoz- Calero Calderón se quedó prendado de este espacio y vio el escenario perfecto para cumplir su sueño.

Diáfano, con claraboyas por donde la luz del día se cuela e ilumina el lugar y por donde se escucha caer el agua los
días de lluvia. El cocinero no quería un edificio cerrado en la jungla urbana y Ovillo aprovecha el espacio para
establecer la cocina y las estancias y crear un ambiente luminoso, amplio, pensado para empaparse de la armonía
que reina. La cocina, vista; en la sala, espejos de estilo Isabelino de anticuarios del Rastro de Madrid que
contrastan con un aire marcadamente industrial, que conserva las antiguas mesas de trabajo con los cajones donde se guardaban los hilos para coser las piezas de bolsos y carteras, toda una señal.

Naturaleza

Y plantas; plantas y naturaleza por todos lados, aportando vida y color al entorno.

Armonía

Armonía y equilibrio; en defnitiva, Ovillo es un refugio para los cinco sentidos, no solo para el gusto.

El estudio More&Co, con la arquitecta Paula Rosales a la cabeza, se ha encargado de la transformación de Ovillo en el multiespacio que es, un lugar que además de espacio gastronómico, puede convertirse en una sala de cine efímera o donde puede celebrarse un mercadillo de primavera, un espacio diáfano, libre y cambiante a capricho de Javier Muñoz- Calero Calderón, quien ha supervisado personalmente la evolución y decorado todo el espacio, escogiendo él mismo los materiales y el estilo del local, en el que la mezcla de lo industrial y el romanticismo clásico en su decoración, iluminación y música, han conseguido su objetivo: que quien vaya a Ovillo encuentre armonía y placer para los sentidos. A la entrada, la barra, el lugar informal donde reunirse a tomar un vermú o encontrarse antes de comer.

Después, la sala, diáfana, con la cocina cuyo movimiento se divisa a través de los cristales que la rodean, que también se puede observar desde una pequeña barra con mesas altas; al final de la sala, una gran mesa para celebrar encuentros y comidas privadas; y en la parte de atrás, la puerta al patio, un espacio abierto donde salir a charlar y disfrutar del aire libre.

De dar vida a través de las plantas que decoran Ovillo se ha ocupado el experimentado florista Jerónimo Ferrer, de La Casa del Enebro, que ha logrado poner, como explica Javier Muñoz- Calero Calderón, cara y ojos a esta antigua nave, y aportar matices de naturaleza cambiante, plantas que viven y mueren, que crecen y florecen. En la planta superior de Ovillo se encuentra un espacio multifunción destinado a la creatividad gastronómica, fotografía, pero también a la celebración de eventos privados, talleres y jornadas de cata, reuniones y hasta encuentros de brainstorming.

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